…Un día sin comerciantes
- tmartinez65
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Por: Jaime Herrera Casso, Presidente de Canaco Monterrey
Ahora que la llegada de Trump a la presidencia de EUA ha generado una persecución y deportación de migrantes mexicanos, revivió el documental “Un día sin mexicanos”, que de manera muy gráfica muestra el enorme valor que nuestros connacionales aportan a la sociedad y a la economía estadounidense. Tomando esa inspiración, titulé este escrito “…Un día sin comerciantes”, porque quisiera lograr —en otro orden de ideas— una reflexión análoga sobre lo que sería para una sociedad no tener comercio.
La actividad comercial, por la razón que sea, no goza del prestigio que tiene, por ejemplo, la actividad industrial. Concedemos —de manera un tanto injusta— mayor relevancia a la actividad de transformación. Me atrevo a decir incluso que, tristemente, el comerciante posee un cierto halo negativo. El arquetipo de comerciante que se muestra en diversas expresiones culturales —como el cine, por ejemplo— está asociado (y perdonen la crudeza) a la especulación y el acaparamiento; llegamos a verlo incluso como una fase innecesaria dentro de la economía de una comunidad.
Sin menosprecio a nuestros hermanos industriales, no se puede estar más equivocado.
¿Se pueden imaginar cómo sería nuestro día a día si tuviéramos que procurarnos todo lo que llevamos a nuestra mesa directamente de la fuente que lo produce? No nos alcanzaría la vida, de no ser por los introductores que llenan los mercados de abasto de las ciudades con productos provenientes de todas las esquinas de nuestro campo mexicano, facilitando la labor de las tiendas detallistas y supermercados, quienes a su vez nos ofrecen —con gran comodidad— una gran variedad de productos en la practicidad de una sola visita.
En el comercio negocio a negocio, podemos también tomar el ejemplo de una empresa en la industria metal-mecánica. Imaginemos las implicaciones que tendría para su área de abastecimiento el tener que buscar directamente con los fabricantes la diversidad de insumos que acompaña su proceso productivo: lubricantes, flejes, pintura, herramientas, suplementos eléctricos y de plomería, equipo de seguridad personal y un largo etcétera. Para su conveniencia (eficiencia y simplificación), un abastecedor ferretero, por ejemplo, integra cientos de especialidades indispensables para su operación, todas bajo el mismo techo —o a un clic de distancia—, haciendo económica una procuración que no sería siquiera viablede no ser por su intervención.
Es más que evidente el enorme valor que agrega la cadena de suministro en ambos ejemplos. Simplemente echemos un vistazo a la forma en que se mueve el precio de un producto del campo, desde que sale de la huerta hasta que llega a nosotros. Ese diferencial económico, desde la cosecha hasta nuestra mesa, es valor agregado puro, y el actor central es el sector comercio y servicios. No en balde representamos dos tercios del Producto Interno Bruto nacional.
El comercio es a la economía lo que el sistema circulatorio al cuerpo humano: consolida, conecta, mueve, alimenta.
El comercio moderno se ha transformado enormemente. Hoy existen tecnologías en almacenes inteligentes y robotizados que permiten, desde la generación de una orden hasta su despacho, operar con “luces apagadas”. Actualmente tenemos mecanismos de identificación de productos que hacen la toma de inventarios un 95 % más eficiente que una toma física —¡y sin errores!—.
El advenimiento del comercio electrónico ha impactado favorablemente el estilo de vida, y la hoy popular inteligencia artificial se aplica exitosamente en la optimización de maniobras de almacenaje, despacho y diseño de rutas de servicio que reducen dramáticamente el “costo de servir”, así como en la planeación de la demanda de complejas cadenas de suministro.
El comercio es una actividad humana desde el surgimiento de las primeras comunidades, y se mantiene vibrante, progresando y ofreciendo beneficios, inversión, empleos bien remunerados, pero sobre todo: calidad de vida.




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